domingo, 25 de octubre de 2009

EL MUNDO PARECÍA QUE IBA A ACABARSE EN CUALQUIER MOMENTO

Era una noche de viernes. Íbamos en un taxi rumbo a una emisora de radio. Para hacer un programa sobre Raúl Gómez Jattin… Habíamos estado bebiendo. Yo llevaba una canción en la cabeza, usando mi mente como mp3. Susurraba la letra mientras mi amigo y colega negacionista de visita en Bogotá (pues ahora vivía en Caracas) conversaba con su novia. Cuál no sería mi sorpresa cuando al llegar al lugar sonaba exactamente la misma canción. Era «Picando el cielo» de Catedral. Aquello resultaba del todo improbable pero increíblemente cierto. El disco tenía más de 15 años y pese a que una de sus canciones se usó como cortinilla de un programa de radio dedicado al rock nacional, hacía bastante que había dejado de programarse. Aquel primer y único álbum salió en la que podría llamarse época de auge del rock alternativo en esta parte del mundo. Es una joya de colección hecha por una banda que marcó uno de los más interesantes momentos de la historia reciente del rock en Colombia y que además de su música proporcionó a una de las más importantes y emblemáticas figuras de la escena: Amós Piñeros.
La primera vez que le vi fue durante un concierto en el Teatro Jorge Eliécer Gaitán. Se reunían las tres bandas esenciales del momento: Aterciopelados, La Derecha y Catedral. Ambos, Amós y yo, éramos todavía muy jóvenes. Casi de la misma edad, él cumple años un par de días después que yo. Recuerdo mi primer contacto. Fue a través de una patada. Había un pogo en el que él estaba metido. Acababa de bajarse del escenario, luego de que Catedral tocó. Y me pareció que sufría una especie de complejo de estrella pop porque no permitía que nadie lo tocara en tanto arremetía contra todo el que se le atravesara. De hecho decía «A mí no me toquen». Éramos jóvenes. Su actitud me enfureció. Me acerqué con cautela y le di un puntapié de futbolista uruguayo en la parte posterior de uno de sus muslos. Éramos jóvenes. Debió dolerle. Se volteó enfurecido pero para entonces ya yo me había escabullido. Agarró al primero que encontró: un chico más bien weirdo
[1] que se puso pálido del susto. Intercedí por él. Cuando Amós dolorido y furioso le acusaba, dije que el chico evidentemente era incapaz de atacarlo, que alguien más habría sido. Al final le dejó ir. Me sentí satisfecho. Aquella vez Amós llevaba una camisa a cuadros. Yo también. Él era el mejor en lo suyo. Yo también. Pero se había equivocado. Yo también.
El tiempo pasó. Vi a Catedral unas cuantas veces más. Nunca volví a estar cerca de Amós. No había comprado el cd sino el cassette y no tenía en qué escucharlo.
Entonces apareció Ultrágeno. Una agrupación que adoré por tener un sonido tan innovador, una energía implacable en vivo y una honestidad, compromiso y rectitud inverosímiles para una banda de rock. Cuando sacaron su segundo disco: Código Fuente, yo era novio de una chica preciosa cuyo amor platónico era Amós. Ella amaba a Amós, yo la amaba a ella y a Ultrágeno y el mundo parecía que iba a acabarse en cualquier momento.
Después Amós salió del país. Fue a España y allá conoció a uno de mis mejores amigos. Ahora ellos eran amigos. En cierta ocasión coincidieron de visita en Bogotá. Amós asistía a Bogotrax y yo acompañaba a mi amigo cuando se encontraron. Cuando mi amigo y Amós se dieron un fraternal abrazo al saludarse, sentí un poquito de envidia de que no fuera yo quien hubiera tenido la oportunidad de ser amigo de alguien a quien admiraba. Cuando me despedí con un abrazo fraternal de mi amigo, antes de que viajara, me sentí contento de ser amigo de alguien a quien admiraba y que decía admirarme.
El año en que Ultrágeno se reunió para Rock Al Parque sentí una emoción irrefrenable. Era de nuevo un adolescente que brincaba con los chicos a mi alrededor ahora incapaz de patear a nadie, pues ya no era tan joven y tenía delante a un cantante que si bien pateó a uno, ayudó a levantar
a miles y les regaló una de las cosas más bellas y difíciles de dar: sensación… sensación de libertad, sensación de alegría, sensación de conciencia.
En 2009 de nuevo Amós estuvo presente en Rock al Parque. Hubiera querido tener junto a mí a aquella chica que había sido mi novia, hubiera querido que siguiera siendo mi novia. Hubiera querido tener a mi amigo que vivía en España, hubiera querido también haberme ido del país. Hubiera querido que Amós hubiera sido mi amigo. Pero allí estaba con mis hermanos, uno mayor, uno menor, a quienes también les encanta la música de Amós, y miles de personas con millones de sueños que quizá algunos, como Amós, habrían alcanzado y otros, como yo, apenas habían escrito. Allí estaba y el mundo todavía parecía que iba a acabarse en cualquier momento.
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[1] Weirdo se refiere a alguien raro, extraño, de algún modo marginal. Se usaba en la popular canción «Creep» –adjetivo que tiene un significado semejante– de la banda Radiohead.