jueves, 27 de mayo de 2010

LO MISMO: NADA

CAPÍTULO PERDIDO DE LA HISTORIA DEL ROCK


La mitad de mi vida hasta ahora he querido ser cantante de una banda de rock. Últimamente me hubiese conformado con ser compositor de las letras como Desmond Child[1] y participar de la producción musical de algún grupo con sugerencias de canciones y tratamientos para éstas o, en el mejor de los casos, reclutar músicos en torno a mis ideas para materializarlas con la indefectible inclusión de mi voz cantante.
Pero eso más que remoto me parece ya imposible. Y conste que he tratado y tratado y tratado.
Sin embargo, me consuela saber que ideas que tuve acerca de propuestas de canciones de las cuales hacer versiones habían sido hechas ya.
Supongo que no había sido tan descabellado haberlo considerado entonces.
Una agrupación colombiana y otra mexicana fueron las encargadas de hacer mi sueño realidad, salvo que fue mucho antes de que siquiera lo hubiera concebido. Un sueño cuya realización le precede… algo bastante peculiar o el colmo de la inopia.
Generalmente no es a mí a quien sucede, sino a los que se relacionan conmigo y se creen artistas, intelectuales o incluso con alguna erudición y se jactan de haber descubierto o creado algo que llevaba décadas, a veces siglos, y ellos en su “sapiencia suma” lo ignoraban.
Por mi parte, lo que puedo reconocer es que hago caso a mis intuiciones y especulo alrededor de ellas, no formulo teorías ni establezco principios, sólo defiendo con los mejores argumentos de que disponga ideas que se suscitan a partir de mis impresiones, sensaciones o experiencias y les doy tal crédito que las convierto en convicciones que, en todo caso, son susceptibles de modificarse. No son certidumbres, no las expreso como silogismos o aforismos como hacen los fanfarrones de los que he hablado antes.
Reconozco de igual manera que en mi basta ignorancia, y no es impostada modestia: leer tanto como yo hago al tiempo que te da ciertos conocimientos perennes, te genera la angustia de saber algo y desconocer lo demás y no poder acceder a ello, la punta de un iceberg que jamás conseguirás ver en su totalidad; es no poder sumergirte a observar la ballena y conformarte con mirar las exhalaciones despedidas por su espiráculo y la inmensa aleta que se menea antes de hundirse en el agitado mar, ¡y todo por televisión!… decía, antes de la digresión, que reconozco en mi ignorancia que muchas de las conclusiones, fruto de mi meditación, no son originales –ni aspiran a serlo–, pues es plenamente comprensible que en ciertas condiciones dadas, más de uno pueda conjeturar o idear lo mismo o algo muy parecido…
Hace poco le contaba a una chica que está terminando filosofía algunas de mis ideas y ella me comentó que más o menos eso era, en líneas generales, el pensamiento de Heidegger… y yo, que no he leído al filósofo alemán, me sentí halagado por la comparación, al contrario de los sujetos antes mencionados que seguro habrían de incordiarse por el efecto que les causaría, que sería como llegar a la meta de una competencia con los brazos abiertos creyéndose ganador, voltear a ver y no encontrar rival y finalmente hacer la amarga constatación de que en vez de primero fue el último.
El caso es que me encantó conocer la canción realizada por la banda Crash, clásico desconocido del rock colombiano, que contó en su formación con Ernie Becerra –talentoso músico ingratamente inadvertido pese a su protagonismo en la descalabrada historia de este género en nuestro país–; Jorge Barco, el hijo rockero del presidente Virgilio que luego pasaría a Ship –otra malograda banda nacional– y Randy Dowling, un hawaiano que paró en estas tierras. El tema en cuestión es un cover de «Under my thumb» de los Rolling Stones incluido en Aftermath –álbum del 66, que se ha convertido en uno de mis predilectos de sus satánicas majestades británicas– y en el que Brian Jones toca la marimba.
Yo habría querido hacerlo con una mezcla entre electrónica y música del mundo, enfatizando en la percusión africana, incluyendo marimba vernácula, sin descuidar la esencia stoneana. Lo que Crash hizo fue tonificar la canción con ritmos isleños de San Andrés, donde se grabó un especial del programa de televisión Espectaculares JES, a principios de los 80 y, a lo mejor por el carácter insular del cantante, recibieron la influencia de la isla y del Caribe, tanto así que hicieron «Champetua» en que se oye al vocalista extranjero musitar “…caracoles de colores…” de Aníbal Velásquez y que diera a conocer masivamente Diomedes Díaz.
Al acabarse Crash, Ernie Becerra haría parte de Mango, agrupación que también evidenciaba una profusa influencia del reggae y soca o calipso, en la que cantaba Felipe Zuluaga, intérprete de cascada voz de fumador y bebedor de whisky empedernido –no sé si lo fuera pero tenía ESA voz–, a quien quizá alguien recuerde como el de los jingles de comerciales de los 80, como ése de “…Cerveza del Barril, para vivir…” y que en la Mediatorta durante Rock Al Parque de 1997 se presentó como The Real Zulu –para diferenciarse de un jovencito rubio sudafricano acogido en nuestro país como presentador de televisión y cantante de una banda de pop–, brindando un enérgico espectáculo a lo Hendrix, sin quemar la guitarra ni destrozar los amplificadores: el presupuesto para el talento local no da para semejantes nimios excesos…
La otra canción es el cover de uno de esos imprescindibles temas de la discografía hispanoamericana: «Pequeña y frágil» de Sabú, hecha por el grupo de rock urbano mexicano Isis, que con un brochazo azulado de blues, derrochando un crudo virtuosismo se mantiene fiel a la melodía y el contenido amoroso de la canción original…
Dentro de la misma línea está la versión en español que hace Los Gestos De La Doña de «Stand by me» de Ben E. King que hiciera famosa John Lennon. Recuerdo que alguna vez que colaboré con el guión para una producción audiovisual que era la tesis de grado de su realizador, sugerí la canción para una escena, y como habría líos con el engorroso asunto de los derechos de autor se me ocurrió que el personaje la cantara en vez de que sonara como música de fondo. Nunca se hizo. Si algún día me piden hacer el guión para una película pondré como única condición escoger la banda sonora original, que incluirá «Quédate» de los mexicanos.
Finalmente en medio de tanta mención a un mundo referencial tan próximo y sin embargo tan ajeno, cabe reparar en un tema interpretado por Crash llamado «The Fuckedlands», cuyo título alude a Las Malvinas (Falklands para los ingleses), en concordancia con el alegato anti-imperialista que se arrogaron bandas como The Clash, integrando a ello manifestaciones musicales foráneas y marginales, venidas del Tercer Mundo y que serían clasificadas espontáneamente como periféricas o anti-hegemónicas por esos cultivadores del neologismo y los tecnicismos de toda índole que son los estudiosos de las ciencias sociales que como escribía Cervantes de las cortesanas: no son corteses ni sanas, en este caso no son ciencias ni mucho menos sociales… tienen una naturaleza cada vez más individualista o de logia para iniciados, iluminati del conocimiento, que actúan de forma corporativa tras la fachada de organizaciones no gubernamentales –igual de burocráticas y mafiosas a las que sí lo son– o de fundaciones sin ánimo de lucro que poseen los mayores intereses pecuniarios volcados sobre el humanitarismo... y por otro lado carecen de método, no comprueban ni concluyen, arrojan resultados perecederos aplicables exclusivamente a cada investigación, inservibles para otra, precisamente por la falta de unidad o principios precisos y estables en la metodología… lo único que calcan de aquí para allá es esa inadecuada terminología haciéndola más vacua a cada vuelta de hoja.
La canción posee elementos típicos del rock de la época –a mí me recuerda «Blue morning, blue day» del álbum Double vision del 78 de Foreigner–, a los que se suma la presencia del color local caribeño con el que pintaron su música: reggae y además un cierto “aire de tango”, aunque es cantada en inglés.
Me pregunto: ¿Qué dirían de esto los argentinos que sustentan el origen no sólo de su rock nacional sino del rock en español mismo en aquella paradoja de rechazar un sistema (tanto nacional como extranjero) que se la juega a la guerra y estimar una cultura pero expresarla en su propia lengua?
Supongo que lo mismo que dirían los jovencitos mexicanos de la generación jackass si se les preguntaran por Isis o Interpuesto o Blue Boys o Rockdrigo –si ni siquiera el gran gurú del periodismo musical y la crónica urbana en su país, Juan Villoro, los menciona en su libro Tiempo transcurrido (Crónicas imaginarias), igual que Manolo Bellon en El ABC del Rock al hablar de los New York Dolls omite al integrante de origen colombiano que tuvo la mítica banda que aquí muy pocos conocemos.
Supongo que lo mismo si se le pregunta, otra vez, a un adolescente argentino por Sabú –que nadie confundirá con Paul Sabu, pues nadie sabe quién diablos es Paul Sabu…
Lo mismo. Todos responderían lo mismo: NADA. Ya que nada sabrían.
Eso, parece, únicamente es asunto de quienes se esfuerzan por recuperar y dar a conocer la historia del rock colombiano o hispanoamericano en programas de radio de Bogotá y yo que comparto estas líneas con improbables lectores, sabiendo por anticipado cuál será la respuesta pese a mi fallido intento y su pérdida de tiempo leyendo…
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[1] Algunos de sus éxitos como compositor incluyen «I hate myself for loving you» de Joan Jett, «Living on a prayer» y «You give love a bad name» de Bon Jovi, «Dude (Looks like a lady)», «Angel», «What it takes» y «Crazy» de Aerosmith y «I was made for loving you» de Kiss. Ha sido reconocido por su trabajo como compositor y productor con bandas y solistas tan importantes como Scorpions, Alice Cooper, Vince Neil, The Rasmus, Cher, Michael Bolton, Cyndi Lauper, Ricky Martin, Robbie Williams, Bonnie Tyler, Roxette, INXS, Meat Loaf (en el álbum Bat Out of Hell III: The Monster is Loose), Dream Theater (en el disco Falling into Infinity) y otros.