sábado, 23 de enero de 2010

EL PRECIO

 
Oh it’ the price we gotta pay
and all the games we gotta play
makes me wonder if it's worth it to carry on
‘cause it’s a game we gotta lose,
though it’s a life we gotta choose
and the price is our own life until it's done.

Oh este es el precio que tenemos que pagar y todos los juegos que tenemos que librar;me pregunto si vale la pena persistir porque es un juego que tenemos que perder, aunque es una vida que tenemos para elegir y el precio es nuestra propia vida, hasta que se realiza.
Nos encontramos como solíamos en el centro de Bogotá y fuimos en busca de un lugar donde tomar algo, charlar, besarnos, etc. Entramos en un bar cerca al Chorro de Quevedo donde ponían ese viejo hard rock de los 80, que a mí tanto me gusta. Lo raro era que cuando estaba con ella y escuchaba esa música sufría una extraña sensación. Me daba nostalgia por el pasado y un anhelo de estar con alguien que fuera del mismo gusto, amigos o una de esas alocadas chicas rockeras que había conocido. Además no me sentaba bien que mi novia estuviese allí soportando algo que no le gustaba ni le interesaba mientras a mí me apasionaba, era injusto con ella y conmigo… En fin.
El caso es que sonó una canción de Twisted Sister y le conté emocionado la historia de la banda y la canción, sin que ella pusiera mucho cuidado. Le dije que Twisted Sister se formó en 1973 pero apenas hasta 1981 logró su primer contrato discográfico y en 1982 publicó su primer álbum Under the blade –Bajo la navaja–, para firmar con el sello Atlantic al año siguiente, cuando salió al mercado You can´t stop rock n’ roll –No puedes detener el rock n’ rol– y en 1984 el exitoso Stay hungry –Permanece hambriento–, que entiendo como Quédate con ganas. Luego de un par de álbumes más, el grupo se desbandó, hacia 1987.
En 1992 salió Big hits and nasty cuts: The best of Twisted Sister. La banda siempre tuvo fama de ser una pandilla de rockeros viciosos y calaveras en permanente juerga desbordada, con complejo de Peter Pan –tenían un tema llamado «I’ll never grow up» (Nunca creceré), eran como eternos adolescentes rebeldes que se toman a saco el salón de clase, arruinan la cena familiar, o se pasean revoltosos en sus motocicletas yendo de bares, buscando pleito a los niños guapos y buenos, y quedándose con sus chicas a pesar de ser tan feos.
Eran sujetos obscenos de pinta estrafalaria, especialmente por su grotesco travestismo al mejor estilo de los herederos de New York Dolls –la escandalosa banda glam americana, considerada precursora del punk por su actitud, manejada por Malcolm MacLaren (el mismo creador de la agresiva y famosa imagen de los Sex Pistols), en la que estuvo Billy Murcia, baterista colombiano que murió por sobredosis en 1972 y fue sustituido por Jerry Nolan, que más adelante haría parte de los Heartbreakers de Johnny Thunders, guitarrista de los Dolls, ambos también fallecidos debido a las drogas.
También fueron reconocidos por sus hilarantes videos, como los de sus himnos «We’re not gonna take it» y «I wanna rock» o «Bad boys of rock n’ roll», al lado de Alice Cooper, divertidas parodias transcurridas en la preparatoria que les valieron la persecución del PMRC, el comité de padres para el control moral estadounidense.
Sin embargo en el video de «The price», Dee Snider, Eddie Ojeda, Mark ‘El Animal’ Mendoza, Jay Jay French y A. J. Pero dejan de lado sus estrambóticas vestimentas, su extravagante maquillaje, sus monerías pendencieras y todos sus disparates para dar paso a una postura seria, una indumentaria sobria y una reflexión sensata sobre el largo camino que debieron recorrer para conseguir aquello que querían y el precio que debieron pagar…
De pronto al terminar mi parloteo, descubrí algo. Tuve una certeza indefectible: me di cuenta que ella y yo no íbamos a tener un futuro juntos… Era tan claro, tan indiscutible que no sólo no me atreví a mencionarlo sino que intenté ni siquiera pensarlo. Igual, una tristeza inmensa me abatió, como una de esas gigantescas nubes que, si se le posa encima, proyecta una sombra casi fatal sobre uno… Aturdido supe que un día ella se iría para seguir su camino (entonces no parecía tener tales planes) o yo la dejaría para encontrar una chica que cantara conmigo las mismas viejas canciones (entonces ignoraba que no existe)… Pasó lo primero, lo otro ya había pasado antes quizá…
Tiempo después de que la que consideraba la mujer de mi vida se había ido, escuché esa canción y lloré y lloré. Felizmente, no se notaba porque llovía…
Siempre quise estar con esa chica y lo logré: estuve, estuvimos juntos y fue hermoso y horroroso y duró tanto que pareció que fue sólo un instante y lo malo es que afortunadamente todo aquel sentimiento se quedará conmigo para siempre.
Esa canción de Twisted Sister habla del precio que en la vida hay que pagar cuando uno quiere algo… y yo que nunca he sido bueno con eso de las contribuciones y no estuve dispuesto a lo que debería estar, lo lamento. Eso para nada mella el amor que llegué a sentir, es sólo que algunos, muy pocos menos mal, tenemos esa estúpida forma de querer… No diré que no le di a ella lo que merecía (lo bueno) porque le di todo cuanto podía…
Bueno, ya nada importa y quizá nunca ha importado ni importará. Es todo lo que puedo decir y diré en mi defensa, a quien sea, por la razón que sea…
Dejando el melodrama de lado, sólo quería decir que siempre que escucho «The price» cuento esta misma historia. Y experimento la misma sensación, una y otra vez.
Al final lo único que me queda es una canción.